Cuando
misterio se escribe con M… de mentira
En 2017 la siniestra palabra posverdad
fue incorporada al diccionario de la Real Academia Española (RAE).
Según la RAE se entiende por posverdad
la “distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y
emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales”.
El término tiene su origen en el
contexto político, pero en el siglo XXI el uso de la posverdad o mentira
emotiva se ha traspolado a la economía, el periodismo, el comercio, el derecho…
y el misterio. Cualquier ámbito en que “la distorsión deliberada de la realidad,
en la que unos hechos objetivos tienen menos influencia que las apelaciones a
las emociones y a las creencias personales” resulte rentable.
Que vivimos rodeados de mentiras no
es ningún secreto. De las preferentes a Milli Vanilli, pasando por el “Hombre
de “Piltdown”, las “Piedras de Beringuer”, el Forum Filatélico, los EREs de
Andalucía, las fake news, etc. Nos hemos acostumbrado a vivir en la
mentira.
En los últimos años, algunos
personajes muy mediáticos convirtieron la posverdad en arte. Tipos como
Paco Sanz, el hombre de los 2.000 tumores o Fernando Blanco, el padre de la
niña enferma Nadia, obtuvieron millones manipulando nuestras emociones y
creencias. Sin embargo, no aprendimos nada.
Si es posible engañar en el mundo de
la televisión, la banca, la política, la economía o la ciencia, donde se supone
que existen controles más rigurosos para acreditar un currículum profesional o
académico, en el mundo del misterio la mentira es mucho más fácil. Porque no
existe ese control.
Cualquiera puede autodenominarse
astrólogo, vidente, ufólogo, médium, sanador, psíquico, contactado o incluso
divulgador o investigador de anomalías, sin que nadie pueda exigirle una
titulación que lo acredite como tal. Porque esa titulación no existe.
Durante las últimas tres décadas he
tenido la oportunidad de conocer personalmente a todos los psíquicos, médiums,
contactados, videntes, curanderos y paragnostas relevantes de España y también
muchos extranjeros. Así como a los divulgadores e investigadores que los
catapultaron a la fama. Y lamento decir que la inmensa mayoría resultaron ser
unos estafadores.
Algunos de estos personajes fueron
proyectados al estrellato de lo paranormal por conocidos, queridos y respetados
divulgadores e investigadores del misterio.
A unos les llenaban horas de
emisión. A otros les hacían vender revistas y libros. Y a algunos les permitían
afianzar sus prejuicios y creencias, al considerar que tal o cual “psíquico”
certificaba sus postulados sobre lo paranormal. Y cuando desvelamos que todo era
un fraude, hubo quien encajó los hechos con deportividad y quien, por el
contrarío, prefirió matar al mensajero, defendiendo lo indefendible.

¿Qué tienen en común un policía, un
famoso ex actor, un humilde hombre del campo, un audaz ejecutivo y un
prestigioso académico, todos ellos locuaces, convincentes y poseedores de
“pruebas irrefutables” de sus experiencias extraordinarias? Que todos ellos
eran y son traficantes de esperanzas. Nuestras ilusiones más íntimas.
Personajes sorprendentes, que
obtuvieron el aplauso y el apoyo de investigadores, divulgadores y académicos
de gran fama y prestigio. Arrastrando con ellos a millones de lectores,
televidentes y oyentes, que creyeron en sus promesas, por los avales que
presentaban.
Son solo cinco ejemplos. Hay miles.
Pero he escogido estos cinco casos, extraídos de mis diarios de investigación,
porque todos y cada uno de ellos nos enseñó algo. Nos aportó una moraleja,
aunque esta haya sido redactada con lágrimas y sangre.
Y a la vez, cada caso, nos obligó a
utilizar la imaginación, a buscar nuevas herramientas para la investigación de
anomalías. O a adaptar las que ya nos ofrecen las diferentes ciencias. En
definitiva, a utilizar el “pensamiento lateral” para enfrentarnos a cada
situación, hasta conseguir hackear el fraude.

Pero lo que te voy a pedir en este
cuaderno es que me acompañes en un viaje a la decepción. Soy un buen guía
porque conozco perfectamente el camino. Lo he recorrido en infinidad de
ocasiones y estoy familiarizado con cada curva, bache y obstáculo de la ruta.
Es un paisaje árido, triste, amargo.
Un territorio hostil donde la honestidad no es bienvenida.

Ya disponible en:
No hay comentarios:
Publicar un comentario