viernes, 29 de marzo de 2019

CdC 1. "ALTA EXTRAÑEZA: Humanoides, entidades y extrañas criaturas asociadas a fenómenos aéreos anómalos", de Manuel Carballal

Cuando recogemos nuestro cuaderno de campo, nuestras grabadoras y cámaras fotográficas, y nos echamos a las carreteras en busca de un nuevo testimonio OVNI, lo hacemos con la esperanza de que este nuevo relato sea la clave. La llave que nos permita abrir las puertas de la comprensión del que fue denominado “problema número uno de la ciencia moderna”.

Pero cada caso es diferente. Quizás porque cada testigo es diferente. Único. Y su percepción de los acontecimientos, también. 

En el basto y fascinante universo OVNI hay de todo. Macroavistamientos, avalados por miles de testigos simultáneos; casos que denominamos de alta credibilidad, por estar protagonizados por profesionales aeronáuticos (pilotos, radaristas, controladores aéreos, etc.), policías, militares, científicos, etc.; episodios inmortalizados en vídeos y fotografías que pueden ser objeto de análisis, etc.; evidencias físicas como rastros calcinados de un aterrizaje, huellas sobre las carrocería de un coche, pisadas de los supuestos ufonautas en un sembrado, etc, etc, etc.

Pero existe un tipo de casos, que denominamos de alta extrañeza, porque ponen a prueba nuestro sentido común.

Casos de encuentros cercanos con los OVNIs y sus supuestos tripulantes, que eluden toda credibilidad posible por su carácter absurdo, bizarro e irracional. 
Son historias increíbles relatadas por personas creíbles. Pero que ni siquiera encajan en la norma de los catálogos ufológicos. Que más parecen el relato de una experiencia onírica –quizás en parte lo sean- que un acontecimiento real. Sin embargo en ocasiones esos “sueños delirantes” dejan huellas sobre el terreno o sobre los cuerpos de los protagonistas… 

Es fácil para un lector desestimarlas por inverosímiles. Sin embargo para nosotros, los investigadores de campo, los que hemos mirado fijamente a los ojos del testigo (muchas veces humedecidos por la emoción) cuando nos confesaba su absurda experiencia, no es tan sencillo. 

Nos enfrentamos a personas que, en su inmensa mayoría , no tienen nada que ganar –salvo la burla y el descrédito-, y que nos ofrecen un relato inaceptable desde nuestros parámetros lógicos. Y sin embargo…

Bienvenidos a los suburbios del fenómeno OVNI. Los barrios más marginales y conflictivos del país de las maravillas, donde no existe más límite que nuestra imaginación, y donde nuestra cordura será puesta a prueba.

Estos son los hechos, tal y como fueron recogidos en nuestros cuadernos de campo. Sobre el terreno y en tiempo real. Sin literatura, especulaciones ni conjeturas. 

Porque para contarlo, antes hay que vivirlo...



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Colección: "Cuaderno de Campo" de El Ojo Crítico



   Los cuadernos de campo son el mayor tesoro del investigador. Al menos del investigador que opta por encuestar directamente a los testigos, protagonistas de los fenómenos anómalos.
En ellos se atesoran los recuerdos, las anécdotas, los trucos y estrategias para acceder a esos testimonios. Son la bitácora, el diario de ruta de toda investigación.
Con caligrafía precipitada, indescifrable para todos salvo para el autor; con dibujos toscos, planos improvisados, redactando a pesar de los bamboleos del tren, coche o autobús, ahí están plasmadas para siempre, las primeras impresiones, las primeras reflexiones y las primeras dudas de cada caso. Las primeras piezas del puzle, recogidas sobre el terreno, que después intentarán ser ensambladas, consultando a otros especialistas, comparando el incidente con otros recogidos en la bibliografía especializada, solicitando análisis de las pruebas recogidas, peritando fotos y videos, etc.
Porque, nos guste o no, el relato humano es la primera pieza del rompecabezas. Casi todos los casos comienzan –y la mayoría terminan- con el relato de un testigo. Pero nuestras primeras impresiones sobre su expresión no verbal, la orografía del terreno, la decoración de la casa, ubicación de la “escena del misterio”, etc, son pistas recogidas, en caliente, y de un valor incalculable para una correcta valoración de cada episodio. Comentarios que, con el paso de los años, pueden diluirse en la memoria, pero permanecen inalterables sobre el papel…
Pero solo pueden comprender a que nos referimos los investigadores que trabajan sobre el terreno. Los otros, igualmente dedicados, no usan cuadernos de campo.
Compiladores, analistas, investigadores de gabinete o laboratorio… no encuestan a los testigos, no lo consideran necesario. Nutren sus análisis y especulaciones en el trabajo de los primeros, y es lícito. Sin embargo, se pierden una parte fundamental de toda investigación.
Esto no significa que sus valoraciones y reflexiones sean imprecisas. Probablemente ellos no están influenciados por la pasión que implica el trabajo de campo. Una inversión de tiempo y dinero reservada a los estudiosos más intensamente apasionados por el estudio de las anomalías, y por ello tal vez más subjetivos. Pero sin duda son incompletas.
Esta realidad ha creado una paradoja. Y de la misma forma que existen criminólogos que jamás han visto un cadáver ni han hablado con un criminal, informáticos que jamás han escrito código o programado, abogados que jamás han ido a un juicio o han defendido a un detenido… existen “expertos” en ufología que jamás han acudido a entrevistar a un testigo OVNI. Y son la mayoría.
El trabajo de campo permite al encuestador un contacto directo con la raíz primigenia de los llamados fenómenos anómalos: el testimonio humano. En toda su dimensión. Las emociones que puede transmitir, o no, el testigo al relatar su supuesta experiencia; los quiebros en la voz, el temblor en las manos, el humedecimiento de los ojos… nada de eso llega a los analistas y compiladores que permanecen en sus estudios o se nutren solo de información bibliográfica o digital para sus reflexiones. Pero hay más.
El contexto… el lugar donde supuestamente se han producido los hechos. “La escena del misterio”. Lugares que, con el paso de los años y de los casos, llegan a repetir patrones, que hacen sentir al encuestador una sospechosa familiaridad, pese a que jamás habían estado allí.
La decoración, distribución y arquitectura del domicilio donde supuestamente se producen las anomalías… que recuerda poderosamente contextos de casos similares.
Los tics, personalidad o expresiones de los testigos, separados en el tiempo y en el espacio, que en ocasiones llegan a pronunciar exactamente las mismas palabras para describir la anomalía que aseguran haber protagonizado… Y en algunos casos excepcionales, muy excepcionales, permite al investigador convertirse en testigo del fenómeno…
Todo eso, y mucho más, queda reservado a los cuadernos de campo del encuestador. Ya es hora de que vean la luz.

    Porque para contarlo, antes hay que vivirlo... 


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