jueves, 3 de junio de 2021

"EXTRATERRESTRES EN LA ANTIGÜEDAD... O NO" de Manuel Carballal. CAPITULO 1: LA SOCIEDAD DE LOS ANTIGUOS ASTRONAUTAS


Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Existe Dios o somos solo fruto del azar bioquímico? ¿Hay otras formas de vida inteligente en el universo o estamos solos en la inmensidad del firmamento? 

No son preguntas originales. A lo largo de la historia de la humanidad, y en todas las culturas del planeta, filósofos, científicos y pensadores se han planteado la misma cuestión antes que nosotros. Y en cada época, en base a su conocimiento de la realidad, ofrecieron diferentes respuestas posibles. 

Durante siglos, todas las religiones nos vendieron una alternativa cómoda: somos los únicos hijos de un Dios (llámese Ahura Mazda, Yahve, Allah, etc.) que nos creó a su imagen y semejanza. 

Después llegó la ciencia, y temerarios pioneros como Charles Darwin se jugaron el tipo al proponernos una evolución natural de todas las especies, incluidos los humanos. 

Y en 1961, por primera vez en la historia, un ser humano abandonó el planeta Tierra para viajar al espacio, Yuri Gagarin. Y empezamos a buscar en las estrellas las respuestas antes restringidas a nuestro planeta. ¿Y si en otros lugares del universo otros seres inteligentes salieron al espacio antes que nosotros y nos visitaron en un pasado remoto? ¿Y si las antiguas tradiciones, mitos y leyendas de todas las culturas del planeta, que hablan de dioses tutelares llegados de las estrellas, ocultan una realidad histórica? 

El primer viaje espacial de Gagarin dio alas a nuestra imaginación. Si era posible para los humanos salir al espacio, también era posible que otros “astronautas” nos visitasen. Y henchidos de entusiasmo, un grupo de apasionados buscadores de misterios en todo el planeta comenzaron a revisar la historia de la humanidad, tras el rastro de aquellos hipotéticos Gagarin alienígenas que hubiesen podido visitarnos en la antigüedad. Y los encontraron…

Antiguos petroglifos con figuras de cabezas redondas (como cascos espaciales), remotas pinturas rupestres con dioses voladores (como astronautas ingrávidos), piezas arqueológicas disonantes que parecían fuera de su tiempo, cuadros medievales que incluyen auténticos “platillos volantes”, textos sagrados que describen la intervención de seres de otros mundos en nuestra historia… ¿Cómo era posible que nadie se hubiese dado cuenta antes?

Desde ese revisionismo histórico, y bajo la mirada de la hipótesis extraterrestre, existían miles de pistas desperdigadas por todo el planeta, que apuntaban a un mismo origen. Pistas arrancadas de sus contextos arqueológicos, paleontológicos, teológicos, históricos, exegéticos o filosóficos, pero que una vez agrupadas, no dejaban lugar a dudas. Y doce años después del primer vuelo espacial de Yuri Gagarin, y cuatro años después de que el primer humano pusiese un pie en la luna, nació la AAS.

La Ancient Astronaut Society (AAS) fue creada en 1973 “para reunir a personas que deseaban determinar si la Tierra fue visitada en tiempos prehistóricos por seres extraterrestres y si existían civilizaciones avanzadas en la Tierra antes de la historia registrada”.

Su fundador fue Gene M. Phillips, y su AAS adquirió gran reconocimiento internacional a partir de la respuesta popular a los escritos de Erich von Däniken, quien, en su libro, “Chariots of the Gods”,allá por 1969, desarrolló ideas expresadas por primera vez en la década de 1950 por escritores como George Hunt Williamson, MK Jessup o Desmond Leslie. Sin embargo, a diferencia de los textos anteriores, el libro de von Däniken se convirtió en un éxito de ventas internacional, convirtiendo a su autor -hasta entonces mozo en un hotel- en millonario.

La sociedad se inauguró con un evento en Chicago y a partir de entonces celebró conferencias anuales y expediciones a lugares de todo el mundo; desde Yugoslavia hasta Brasil, donde los miembros de la AAS pudieron ver de primera mano los sitios discutidos en la literatura de los antiguos astronautas. Pero los ufólogos, que se caracterizan por un llamativo complejo de inferioridad con respecto a la comunidad científica, consideraron que la hipótesis del antiguo astronauta no era convincente y fue rápidamente segregada de los estudios serios sobre OVNIs.

Pese a ello, Javier Sierra y yo ingresamos en la Ancient Astronaut Society en 1987. Un año decisivo para ambos tras nuestra propia experiencia OVNI. 1 

Recibimos nuestro carnet de miembros, un diploma acreditativo (que enmarcamos y colgamos en un lugar privilegiado de nuestra habitación) y un ejemplar del libro más clásico de Zecharia Sitchin.2 

Y desde ese día, puntualmente, el cartero dejaba en nuestros respectivos buzones de correo, el de Javier en Vinaroz (Castellón) y el mío en A Coruña, cada nuevo ejemplar del Ancient Skies. El boletín informativo de la AAS en el que se publicaba cada nueva “evidencia” descubierta, en cualquier rincón del mundo, de que en un pasado remoto la Tierra fue visitada por extraterrestres.3 

Aquellos humildes fanzines en blanco y negro disparaban nuestra imaginación adolescente. Proyectándola a países lejanos y exóticos, donde audaces e intrépidos astroarqueólogos, para nosotros auténticos Indianas Jones de carne y hueso, exploraban selvas tropicales, antiguos templos perdidos y escarpadas montañas, para descubrir el legado que civilizaciones no humanas supuestamente habían dejado en un pasado remoto. 

Y así, número a número, las páginas de Ancient Skies nos permitieron conocer, antes incluso de que apareciesen en las revistas especializadas de la época, cada nuevo descubrimiento de la AAS, a cual más fantástico e inspirador: los Ooparts de Ivan T. Sanderson, la “nave” de Tropakkale, nuevas piedras de Ica… 

Éramos tan jóvenes e ingenuos… Nos lo creíamos todo. Y además lo trasmitíamos a quienes estaban dispuestos a escucharnos. Supongo que nuestra inexperiencia es un atenuante, en 1987. Pero hoy sabemos demasiado como para que se sigan manteniendo los mismos mitos.

 Aquellos dos críos, quizás los miembros más jóvenes de la AAS en España, nos prometimos que algún día nosotros también viajaríamos a aquellos lugares remotos y exóticos, para ver con nuestros propios ojos las pruebas de las visitas de los antiguos astronautas. Y cumplimos nuestra promesa. Pero no podíamos ni imaginar, las sorpresas que nos aguardaban en aquellos países lejanos…

1 Javier Sierra dedica el último capítulo de la primera temprada y el primero de la segunda, de su serie “Otros Mundos” a esa vivencia.

2 Sichin, Zacharia. “La escalera al cielo”. Avon, 1980.

3 Sierra, Javier. “Mi viejo diploma de astroarqueólogo”. La Razón, 24 de enero de 2021. https://www.larazon.es/opinion/20210125/biehskjau5dajoym6dwtjkam6a.html

(A la venta el 9 de junio de 2021)

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1 comentario:

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